De un motociclista a otro
Quienes disfrutamos de nuestra motocicleta de forma recreativa e incluso por trabajo, experimentamos la sensación más cercana a la de un súper héroe de ficción; ponernos la ropa de andar en moto, las botas, el casco, los guantes, luego subimos a nuestra moto, encenderla, percibir ese aroma particular y en el momento preciso en que rodamos, somos otros, es como si nuestro subconsciente levantara la “espada del poder” y gritara “ya tengo el poder” tal como lo hacía He-Man, con la amplia diferencia que el traje de aquel súper héroe implicaba quitarse trapos de encima en vez de ponerse.
Ese empoderamiento se acrecienta cuando rodamos en grupo, nos sentimos casi dueños de la carretera, nadie nos puede pitar, nadie nos puede tocar, somos invencibles… pero ¿A dónde nos conduce esto?. El motociclismo en sí, está impregnado de amplia variedad de matices que se han tejido con el tiempo de distintas formas de acuerdo a las culturas, por ejemplo el estilo de las “pandilleras” incluso lleva el peso de su propio nombre (nadie quiere toparse con una pandilla) y algunas agrupaciones que se formaron hace algunas décadas en los Estados Unidos no fueron precisamente predicadores de paz pero marcaron un estilo, código que se propagó hasta nuestra Costa Rica, de manera que sí tenías una de estas motos casi necesariamente tenías que vestir con cuero, chalecos estampados y llevar “flequillos” de cuero en los manubrios.
La situación se complicaba cuando se juntaban los pandilleros pues parecía ser protocolar hacer ruido, comportarse de alguna forma casi agresiva y protagónica, lo digo con el peso de la experiencia pues a finales de los 90’s este servidor se unió al mundo de los motociclistas con una Vulcan 450cc y con pena recuerdo que de algunos lugares nos corrieron. La excepción hace la regla, pero el ejemplo denota cómo en algunas ocasiones el comportamiento de una persona puede variar de su rol diario a cuando está en modo motociclista.
Desafortunadamente la imagen de los motociclistas en términos generales no es la más loable. Expresiones como: atrevidos, imprudentes, irrespetuosos de las leyes, son comunes de parte de quienes podríamos llamar los espectadores, aquellos que de forma caricaturesca podríamos decir “no han despertado de la matrix”, porque nadie puede entender a un motociclista hasta no convertirse en uno.
Sin embargo -y acá es donde la chancha tuerce el rabo-, ¿cuál es nuestra cuota de culpabilidad como motorizado?… que tire la primera piedra aquel que no haya adelantado en doble raya amarilla, en curva, por el espaldón, ¿cuantos se han saltado la fila del peaje?, ¿quienes se han subido a una acera para rebasar un congestionamiento?, ¿quienes tienen escapes alterados y no les importa hacer ruido en barrios residenciales?, ¿quienes han llevado la aguja del velocímetro por encima de los 160km/h?… Podríamos especular entonces, que ponerse el traje de motociclista implica asumir las connotaciones que acarrea la cultura per se, indiferentemente si es correcto o no.
Así funcionan las percepciones y comportamientos de masas, que incluso repercute en el individuo cuando se conduce solo pero bajo el sentido de pertenencia “soy motociclista”. Es muy fácil de entender si usamos el ejemplo de los hinchas de fútbol, enardecidos por los resultados de un encuentro pueden decir, gritar y actuar de formas distintas, no precisamente correctas, de cómo se comportan por ejemplo en su labor diaria.
Estos comportamientos “moteros” como mencioné, evolucionan y mutan con el entorno, por ejemplo en Guatemala vi en plena ciudad tres adultos sobre una moto, conductores sin casco ni dispositivos de seguridad, cosa que sucede también en nuestro país sobretodo en zonas rurales, mas al otro extremo del Atlántico, en Alemania noté que necesariamente para ir en moto de alta cilindrada hay que llevar un traje especializado, lo contrario es mal visto entre motociclistas y penalizado por ley. ¿En que nivel podríamos situar nuestra cultura motociclistica, hacia dónde vamos y en que estamos aportando? Nos corresponde revisar nuestro comportamiento si somos motociclistas, con miras a corregir las fallas con una finalidad social, solamente haciendo conscientes nuestros errores podremos corregirlos, partiendo además de que las buenas acciones generan cadenas positivas y que como colectivo también somos espejo para promover una mejor cultura masiva, empecemos por nosotros mismos y dentro de nuestras agrupaciones, puede ser una revolución lenta pero efectiva que además contribuirá con la sociedad general, bajando el excesivo nivel de accidentes, el estrés y la agresividad en las calles. Seamos motociclistas ejemplares.